El objetivo principal de la enseñanza de lenguas extranjeras consiste en el desarrollo de la competencia comunicativa de los alumnos, es decir de su capacidad de interactuar de forma correcta en las distintas situaciones de comunicación. Pero ¿cómo se puede llegar a esto?, ¿cuáles actividades debería elegir el profesor en sus clases? y ¿cómo debería organizar estas actividades?
Teniendo en cuenta que esta competencia se activa tanto de forma oral como de forma escrita, y que en las situaciones reales de comunicación entran en juego, combinadas entre sí, todas nuestras habilidades, mejor dicho nuestras cuatro destrezas lingüísticas, sería más natural integrarlas también en las clases de ELE.
Efectivamente, en la comunicación diaria aparecen tanto las destrezas receptivas (comprensión auditiva y comprensión lectora) como las destrezas productivas (expresión oral y expresión escrita); por lo tanto, como establece también el MCER, que propone la integración de dichas destrezas en los programas y en los materiales didácticos, el profesor tendría que actuar siguiendo esta orientación.
Pasando de la teoría a la práctica, y tomando como ejemplo de actividad comunicativa las tareas de comprensión lectora, intentamos explicar cómo un mismo texto pensado para ser leído, pueda representar el punto de partida para el desarrollo de destrezas integradas.
Los métodos tradicionales de enseñanza suelen proponer una lectura sobre la cual el profesor formula preguntas a las que los alumnos contestan de forma individual, y a veces les propone también ejercicios de gramática a partir del mismo texto.
Este modelo de trabajo fijandose en la respuesta mécanica de preguntas olvida un aspecto importante del proceso de lectura, lo de la interacción y construcción de contenidos; efectivamente leer significa no sólo comprender sino también construir significados nuevos.
En cambio, dentro de la nueva perspectiva de destrezas integradas, a la hora de proponer actividades de lectura, el profesor debería cuidar varios aspectos.
En primer lugar, a través de una fase de precalentamiento, es decir de pre-lectura, se plantea el tema que trata el texto para relacionar de alguna manera lo que ya se sabe y lo que se va a conocer, adelantando preguntas, hipótesis y cuestiones de conversación y de debate. Se puede también introducir el vocabulario y algunas estructuras del texto que podrían generar dificultades o dudas para el nivel de la clase.
En segundo lugar, es fundamental que la lectura se desarrolle de modo activo y crítico, es decir el lector, a partir de sus conocimientos previos y de lo que se ha debatido antes, tiene que verificar y comprobar dentro del contexto mismo del texto sus hipótesis.
Durante esta fase podemos distinguir dos niveles de lectura; un primer nivel de comprensión global del texto, dónde se abarcan las ideas principales, y un segundo nivel de comprensión detallada orientada a la explicación del significado.
Por último, es posible completar el trabajo con actividades productivas, o sea estimular la producción de textos escritos por parte de los alumnos u ofrecer, siempre a partir del texto, ocasiones de debate para que puedan comunicar oralmente entre ellos.
Hemos visto, entonces, que trabajar con los textos no significa simplemente leer, contestar preguntas, resumir o buscar en el diccionario el significado de nuevas palabras, sino se trata de una actividad más compleja y sobre todo productiva.
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